sábado

La vaca lechera

Varias veces a lo largo de tu vida acusaste que estabas hecha una vaca, pero lo que nunca creíste es que podías llegar a serlo literalmente. Por supuesto que hacerte cargo de esta situación llevo su tiempo, pero una tarde pasaste por al lado del espejo y descubriste que estas hecha un desastre. Las remeras tienen manchas de leche, vómitos y otros fluidos que tu hijo siempre vuelca sobre vos, que sos lo único que tiene a mano. Tus calzas marcan las formas deformadas producto del post-parto, y ya es difícil saber si volverás a tener la poca cintura que alguna vez tuviste, si la panza se te va a desinflar o vas a quedar embarazada el resto de tu vida y si tus tetas seguirán así de infladas y sexys o se convertirán en dos tristes pasas de uvas…

A eso sumale que tu hijo toma teta cada tres horas, y que como queres empezar a llenar el freezer de alimento para cuando vuelvas a trabajar, el resto del tiempo lo usas para ordeñarte. Si, si, aprender a usar un saca leche es una ex
periencia religiosa. Lo primero que te viene a la cabeza es el paseo que hiciste en el primario a la granja de agronomía en donde un cruel veterinario te contaba como las vacas producían la leche que vos tomabas todas las mañanas. Nunca te habías sentido tan identificada con ellas como ahora. Todo el día ahí, dale que dale, produciendo para que otro se lo tome… y vos ahora estas igual. Tu freezer parece un laboratorio lleno de frasquitos llenos para que tu hijo no te extrañe tanto cuando decidas volver a trabajar.

Por más que intentes escapar de esto con un baño, cambiándote de ropa todo el tiempo, y tratando de espaciar los momentos de alimentación de tu criatura la sensación vacuna te persigue, no te preocupes, lo único que te falta es empezar a hacer muuuu.

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